lunes, 11 de agosto de 2014

Where she went.

La miro envuelta en las sombras de la ciudad paralizada, con el cabello cayéndole la cara, y comprendo que trata de averiguar si he perdido la chaveta. Tengo que contenerme de asirla por los hombros y sacudirla contra la persiana de un local cerrado hasta que las vibraciones recorran nuestros cuerpos. Porque de pronto deseo notar como le rechinan los huesos, sentir la suavidad de su carne al ceder, oírla jadear cuando mi pelvis se apriete contra la suya. Quiero dejarle expuesto el cuello. Quiero hundir las manos en su cabello hasta que le cueste respirar. Quiero hacerla llorar y luego lamer sus lagrimas. Y quiero poner mis labios sobre los suyos, devorarla viva, transmitirle todas las cosas que es incapaz de entender.


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